sábado, 2 de noviembre de 2013

Chemtrails

Me lo ha ido comentando mi mujer desde hace un tiempo y no me lo creía. Hace tres o cuatro años observamos el cristal delantero de nuestro vehículo salpicado de pequeñas partículas pegajosas. Eran más de las diez de la noche y en los alrededores no había signo alguno de riego automático o circunstancia similar. Alguna que otra ocasión se volvió a repetir y yo, dale con mi obstinación racionalista, convencido de que se trataba de una irrigación de algún cultivo cercano y, a causa del viento, pequeñas partículas se desplazaron en el aire. ¿Qué campo? ¿Qué viento? Ni cultivo cercano ni se movía hoja alguna.
Y transcurre el tiempo mientras observo -las pocas ocasiones que alzo la vista a la bóveda celeste- lo que se conoce como chemtrails o estelas químicas tan iguales como las que aparecen en la imagen que he cogido prestada. Una de estas observaciones, la que me ha motivado a escribir estas líneas, a sido hoy mismo, carretera N-340, pasando por las poblaciones de Castellón de la Plana, Benicasim y Oropesa del Mar. Ahí estaban pero con un añadido que no aparece en la imagen: un avión cubría el espacio de Sur a Norte, dejando la maldita estela. Y me dejo la cámara en casa justo hoy. No tengo remedio, la verdad.
Pero la segunda parte es que han comenzado los dolores de cabeza, garganta seca (y no es por falta de agua), irritación nasal...; de gente que conocemos, incluso en nuestro caso.
Mi escepticismo me ayuda a no aceptar teorías conspiracionistas o como se las quieran llamar; considero que no hay explicación al margen de la racionalidad y la Ciencia, y lo sigo creyendo. Así que la pregunta que se me ocurre en estos momentos no es qué sustancia es o si son extraterrestes, intraterrestres o un club de aviación, ni tan siquiera el cómo; lo que me preocupa en estos momentos es averiguar por qué nos fumigan.